Hoy participo en un carrusel de blogs, HT
#Graciasxtanto tenemos que hablar de personal sanitario o de
gente que nos ha ayudado en nuestra vida.
Yo he conocido a muchos, muy buenos, muy profesionales y que
dejaría mi vida literalmente en sus manos, pero la mejor para mi, ha sido mi tía,
bueno, la tía de mi madre, pero mi tía a fin de cuentas.
No, no voy a hablaros de su vida personal, os hablaré de la
repercusión que ha tenido en mi vida su profesión.
Mi tía Vicenta era Jefa de enfermeras en la planta de Nefrologia, del Hospital de la
Paz. La mejor, la más profesional y no
porque lo diga yo, sino por lo que oía. Estuvo al lado de mi madre en el parto
y en el del resto de mis hermanos, si, digo resto, porque no sólo tengo uno,
tuve dos más, gemelos que ella ayudó a nacer, pero que fallecieron poco después
sin llegar a salir del hospital donde ella siempre estuvo a su lado y al de mis
padres.
Recuerdo mi infancia en el hospital, viéndola por los
pasillos, siempre con paso rápido, siempre deprisa, atendiendo a los pacientes,
siempre con una sonrisa, un gesto amable, mostrando una empatía tan necesaria
en los servicios sanitarios.
La escogieron para atender hasta la muerte a alguien
extremadamente importante en nuestro país y que no voy a nombrar, porque este
post va dedicado a ELLA. Jamás la
escuché vanagloriarse de ello, jamás la oí sentirse la mejor, sólo decir que
ella era enfermera y era lo que tenía que hacer.
De hecho, hasta hace unos años, yo no había visto nunca sus diplomas, entre ellos un agradecimiento de los Reyes que la obligué a colgar, porque para ella, no eran importantes, era su trabajo hacer las cosas bien.
De hecho, hasta hace unos años, yo no había visto nunca sus diplomas, entre ellos un agradecimiento de los Reyes que la obligué a colgar, porque para ella, no eran importantes, era su trabajo hacer las cosas bien.
Por las mañanas estaba en planta con los enfermos de riñón,
y algunas noches, estaba en urgencias, la encantaba, la veía esa pasión por su
trabajo que todo el mundo debería tener. Ella quería planta, pero también
quería estar en la urgencia real, la del estrés la de las desgracias inmediatas.
A los 9 años, mi pediatra me diagnosticó
una gastroenteritis, hasta que llegó ella de trabajar y en cuanto me vió, me
mandó al hospital, tenía Meningitis. Y recuerdo mis noches de aislamiento, con ella a mi lado, de
uniforme, agarrada a mi mano, sin soltarla nunca. Y eso me hacía fijarme en el resto de sus compañeras, todas las que estaban en pediatría, sustituyendo a esas familias que no podían estar con esos niños. En aquellos momentos, pensaba que las enfermeras eran como los ángeles que nos cuidaban y yo tenía a la mejor..
Recuerdo nuestras enfermedades y a mi tía con las inyecciones
preparadas, sus vendajes, sus cuidados, sus libros de electroencefalogramas,
del cuerpo humano, gasas y mascarillas para que yo jugara con ellas, sus peticiones tajantes y sin miramientos
cuando no queríamos tomar un medicamento o lo que fuera, llevaba la profesionalidad a lo personal y si tenías que tomarte algo, lo tomabas si o si.
Mis bisabuelos: problemas con el riñón, alzheimer, fractura de cadera, y ahí estaba ella, esos años, viví la enfermería en mi casa, me sentaba y la miraba lo que hacía, con 10 años creo que yo ya sabía tomar la tensión a mi abuela.
Mi mayor tesoro |
Mi primera guardia de jefa de servicio, un accidente de tráfico, la persona era un familiar mio a la que no reconocí en el momento, de lo fuerte que había sido el golpe. Me plantee mi renuncia a las urgencias... sus palabras:
"Esto es la realidad de las urgencias, la gente muere, pero en ese momento tú estás allí y podrás hacer algo, ponte el uniforme y sube a la ambulancia de nuevo""
y subí, y aquí llevo desde
entonces. Me enseñó a formar una burbuja y actuar cuando hay que actuar, sea quien sea la víctima..
Falleció hace 5 años, enfermó, entró en coma y allí, unos
días más tarde, cumplimos su voluntad. Mi madre y yo, la agarramos la mano,
y.... las máquinas se
desconectaron, su corazón, dejó de
latir y enfrenté su muerte, con una sonrisa, como ella habría querido.
Ahora, cuando me monto en la ambulancia, la llevo conmigo; Cuando llamo cariño a los abuelitos con fracturas de cadera; Cuando les dejo
hablar hasta que llegamos al hospital y me cuentan sus historia. Cuando
fallecen; Cuando me pongo mi uniforme; Cuando enseño a la gente primeros
auxilios y mis hijos practican con los muñecos y el mayor ya sabe tomar la
tensión, ya sabe actuar si se atraganta alguien y los tres, ya saben hacer una
RCP o decir a un adulto cómo hacerla. Igual que hizo ella conmigo.
Gracias tía,allá donde estés. Gracias tía por hacerme valorar tantísimo tu profesión, la de Enfermería, tan denostada muchas veces, tan necesaria la siempre.
Ella es y será mi heroína, mi admiración, MI TÍA LA ENFERMERA. La persona a la que daré las gracias toda mi vida.
Ella es y será mi heroína, mi admiración, MI TÍA LA ENFERMERA. La persona a la que daré las gracias toda mi vida.
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